lunes, 11 de enero de 2016
Palacio de cristal 2: Fuego helado.
En lo alto de mi castillo, totalmente helado y maravilloso me encuentro protegiendo la más bella y delicada de mis creaciones. Muchos guerreros que han conseguido traspasar los obstáculos se encuentran en el castillo, helados, con la mirada perdida y sus sueños marchitos. Sus pobres e ingenuos corazones no han podido aguantar este frío glaciar que hela hasta al más valiente. Las fuerzas de cada uno y su ímpetu de seguir adelante les llevaron a sobrepasar con creces todas las dificultades pero nada se compara al entrar aquí. La peor de las pruebas es este castillo.
Me paseo sin mirar a un punto fijo hasta que llego a esos cuerpos inertes y vacíos, esos cuerpos que me hacen recordar que más allá de este hielo hay vida y que esos seres sienten. ¿Estaré siendo demasiado dura al recluir mi alma y corazón a este palacio de cristal? Acariciando la mejilla de un guerrero bastante apuesto me contesto con total seguridad que no. Nadie jamás volverá a destruirme.
Sin contar con los grandes obstáculos exteriores aún aguarda dentro del castillo mi gran ejército de soldados, diseñados uno a uno por mí. Están creados para matar. Cualquier ser que llegue a la antesala de mi estancia tendrá que pasar por ellos, ya sea peleando o dialogando.
Pensando en todo esto vuelvo a la cumbre de mi castillo, tocando cada fino retazo de hielo que lo compone, tan frágil exteriormente pero invencible por dentro como el fuego. Qué gran sorpresa al ver a cuatro guerreros en el principio del camino que lleva a mi castillo, justo delante de los obstáculos, dispuestos a entrar a mi maravilloso y frío infierno.
El primer guerrero era alto, corpulento y con una armadura mellada, dejando ver las grandiosas batallas libradas en su haber. Le destacaba su severidad, fuerza y valentía, pero no era fácil llegar a sus sentimientos más profundos.
El segundo guerrero iba bastante protegido y emanaba de él una gran pasión pero también una gran inseguridad que podría ser su perdición. Su apariencia limpia y sin cicatrices demuestra que es nuevo en las batallas.
El tercer guerrer es muy alto y lleva por única arma un gran escudo con una armadura muy pobre. Se le nota una entereza digna de admirar, nada le puede y lucha por todo lo que quiere conseguir pero a veces es bueno pararse a pensar.
El último guerrero es apuesto, con una armadura que deja ver partes de su musculado cuerpo y lleva una guadaña bastante pesada por arma. Se le nota una persona fuerte y decidida, pero hay algo oscuro en él.
Los cuatros guerreros hablaron hasta que cada uno cogió un camino diferente.
El primer guerrero quiso traspasar la muralla pero pesaba demasiado con la armadura puesta y tardaría el doble, así que decidió quitársela, dejando atrás lo único que le protegía.
El segundo guerrero se proponía a traspasar el camino de vayas electrificadas pero su armadura y su inseguirdad no llegarían muy lejos juntas, así que decidió hacer caso a su corazón y cerrando los ojos corrió rápidamente hasta traspasar las vayas. Su armadura terminó destrozada pero él tenía muy pocas secuelas.
El tercer guerrero se dispuso a pasar por el gran lago de arenas movedizas. Usando su escudo y gran destreza, rápido y veloz cruzó las aguas aunque al final tuviera que perder su única vía protectora.
El cuarto guerrero aceptó el último camino y fue por el pantano, encontrando en él al gran golem de piedra. Viéndose en inferioridad física a pesar de su gran arma, decidió usar la lógica y engañó al golem como a un niño con un caramelo. Le convenció de aceptar su arma a cambio de pasar y antes de que el golem se diera cuenta ya el guerrero estaba camino del castillo.
Asombrada y sin palabras me habían dejado, ya que se hallaban los cuatro ante la puerta de mi castillo. Decidieron unir fuerzas para pasar el mal trago y aquí están, dispuestos a entrar. Acomodándome en mi trono y dando un golpe seco con mi cetro, doy la mejor orden de todas: “Es hora de jugar”.
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