domingo, 24 de junio de 2012

La despedida.

Es difícil decir adiós
y dejar atrás un mundo de ilusión.
Es difícil no llorar,
emocionarse o gritar.
Es difícil decir adiós
y que se lleven un pedazito de tu corazón.
Pero juntos hemos salido adelante
con peleas y risas
en una aventura emocionante.
Muchas personas
llenas de experiencia
nos han guiado
y llevado de la mano
a un mundo sin pasado.
Podemos conseguir lo que nos propongamos
por que para ello nos han preparado
y, ¿quién soy yo para deciros
no podéis lograrlo?
Esta historia ha sido maravillosa
llena de espinas y rosas rojas.
Espero volver a veros
para que mi corazón recuerde
de nuevo,
lo mucho que os quiero
y los buenos momentos.










sábado, 2 de junio de 2012

¿Castigo justo?


Grita, llora, patalea y di barbaridades, que por mucho que lo intentes no saldrás de aquí. Soy tu compañero de celda y tu
peor enemigo, por que yo mismo te he metido aquí y por casualidades del destino, o no, nos ha tocado en la misma celda. Tú,
por supuesto, no sabes quién soy ni lo que he hecho pero te enterarás tarde o temprano cuando me veas en el juicio decla-
rando con una sonrisa mi crimen y afirmando ser yo el responsable de los actos que se me acusa.
¿Recuerdas aquel día cuando te dirigías en la autopista a mitad de la noche, medio borracho, con tu esposa e hijo hacia
París? Pues bien. Recuerda que discutías con tu mujer por que te daba la brasa de que siempre te emborrachabas y la deja-
bas en ridículo, ¿cierto? Pues claro que es cierto. En el momento que le gritaste a tu mujer, tu hijo de tres años te dijo:
"Papi, eres malo" y se echó a llorar. ¿Te viene a la memoria esa escena y los llantos de tu hijo, junto a las palabras
de tu mujer tranquilizándole? Tú te reíste y le llamaste nenaza y a tu mujer zorra, inventándote una historia en la cual
ella te ponía los cuernos y tu hijo no era tuyo realmente. Tu esposa lloró de dolor y deseperación. En un ataque de rabia
le gritaste: "¡Cállate ya, joder!". ¿Te suenan esas palabras? En dicho momento yo pasé con mi Mercedes por tu lado y vi
dicha imagen que para mi parecer era grotesca. Decidí dar la vuelta y cogerte de frente, con la intención de matarte por
ser tan hijo de puta y no valorar lo que tienes: una familia.
Muchas personas desean la felicidad y tú que la tenías no supiste valorarla, por eso quise matarte pero mi intento fue
en vano. Al chocar frente a frente los dos coches, hubo una pequeña pero larga explosión debido a los aceites y gasolinas.
Cuando despertaste tu mujer no respondía y tu hijo agonizaba y daba su último suspiro de vida, ¿recuerdas esas imágenes?
Cuando la policía llegó yo ya no estaba en el coche y sólo tenía unas magulladuras, poco graves, algo que se cura con un
botiquín de emergencia. Cogieron la documentación de mi coche y esperé en casa tranquilo a que vinieran a reclamarme.
Supuse que la policía al verte borracho pensaría que fuiste tú en un acto de suicidio múltiple: mujer, hijo y tú. Pero
hubo un cuarto, yo, o al menos creerían que lo lograste. Al hacerme las preguntas dije que los dos habíamos chocado con mi
mera intención de matarte por dichas razones. Con lo cual los dos fuimos acusados, yo por intentar matarle y por el asesi-
nato de dos personas y tú por conducir borracho.
Aún el juicio no se ha celebrado y llevamos unas horas hablando. Me has contado todo lo que ha pasado pero eso yo ya lo sé,
aunque no he querido decirte nada, por supuesto, quería que te cogiera  de lleno.
El día del juicio, cuando declaraste y bajaste del estrado, me llamaron a mí y tú al escuchar mi declaración tu cara se
quedó a cuadros, sobre todo al escuchar estas palabras: "Yo quise matarle y no me arrepiento de todo lo que he hecho".
Creías que era tu mejor amigo y ya ves lo que ha pasado. No sabes en quién puedes confiar y tú te has pasado de listo, no
vuelvas a cometer el mismo error, amigo. Ahora, por un fallo tuyo han pagado tus seres queridos y encima estás en la cár-
cel, ¿te parece poco, colega?



A cualquier precio


Un pequeño pero recurrente dolor de cabeza me atormenta al despertar, para luego convertirse en martillazos que preten-
den deshacerse de mí. No sé dónde me encuentro, todo es extraño, lúgubre, oscuro y frío. No llevo más que un pantalón,
puesto que han poseído todas mis prendas bajo mi inconsciencia. ¿Qué hago aquí? ¿Quién me ha traído? ¿Qué ha pasado, que
no recuerdo nada? En mis brazos encuentro marcas de forcejeo, señales de que luché antes de quedar inconsciente, pero aún
al despejar mi mente a pesar del dolor y recordar, no logro que las imágenes vengan a mi mente.
Me llamo Peter y sigo aquí atrapado. Tengo 20 años y no sé donde me encuentro. Mi familia es pobre pero humilde, no tenemos
muchas posesiones pero sí algo que vale más que el oro: el buen corazón. Mi pueblo es pequeño y todos nos conocemos, nos
saludamos y hablamos como si fueramos familia y compartiéramos la misma mesa noche tras noche. Mis hermanos son menores
que yo, uno tiene 7 y otro 15. Mi madre es una humilde ama de casa y mi padre trabaja en el campo, ganándose la vida como
puede para mantener a su familia. Nos han dado los mejores estudios para que el día de mañana seamos alguien importante y
luchemos por los sueños anhelados que tenemos en mente o incluso que soñamos. Yo quisiera ser juez, dictar las leyes e im-
poner orden a quien realmente lo merece, castigar, por decirlo de alguna manera a aquellos que se atreven a incumplir o
faltar el respeto a los demás. Odio a ese tipo de personas y creo que por una de ellas estoy aquí.
Hace tres días, un amigo de mi padre, en la cantina del pueblo, le contaba cómo maltrataba a su hija por no hacer bien las
tareas del hogar. Yo le respondí que era un cobarde, pues la niña sólo tenía 6 años y toda la vida por delante para apren-
der no lo que él quisiera, si no lo que ella viera adecuado para su futuro. De acuerdo estuvimos en que él es su padre y
tiene que acatar sus órdenes, pero igualmente, él tiene que respetar las de ella, sin violencia, puesto que eso no es una
buena educación y eso no se lo tomó a bien, que digamos.
La disputa terminó en manos. No sé cómo me vi implicado en una pelea sólo por expresar mi opinión, que era correcta. Al
darme cuenta ya estaba en el suelo sangrando por la nariz y mientras unos hombres altos y fuertes agarraban a mi adver-
sario, me gritaba: "No vuelvas a meterte donde no te llaman, ¿de acuerdo, niñato?".
De camino a casa mi padre me contó que yo había hablado bien de dicho tema y no había faltado el respeto a nadie, puesto
que me daba toda la razón y de haber sabido que ese hombre reaccionaría de tal forma, hubiera ceerrado mi piquito de oro,
así me hubiera ahorrado el golpe.
Al cabo de tres días, en el pueblo corre la noticia de que la hija de mi agresor muere, por su culpa, claro está. Su padre
dijo que calló por las escaleras y se mató, pero su madre y las heridas de la misma y las de su hija no decían lo mismo,
sino todo lo contrario. No quise quedarme callado y le denuncié a la policía por abuso de menor, asesinato de la misma
y maltrato hacia la mujer. Los polícías tomaron nota y me fui tranquilo a casa.
Por la mañana del día siguiente, después de que pasara el velatorio y el entierro, la madre de la niña muerta vino a mi
morada en mi busca y sus palabras fueron las siguientes: "Tienes que irte de este pueblo, a otro mcho más lejano, puesto
que mi marido se ha enterado de la denuncia que le has puesto y te anda buscando para matarte y deshacerse de ti. ¡Huye
niño, huye!". Sus palabras, llantos y expresiones me dieron tanto miedo que expliqué dicho relato a mi familia y con un
nudo en garganta y pecho salí de la ciudad a lomos del caballo más ágil que pude encontrar.
Llevaba cuatro días fuera solamente parando las noches para descansar en un sitio alejado, oscuro y seguro donde nadie me
viera. De repente, cuando estaba en mi dulce sueño sentí una sacudida a mis espaldas que me elevaba hacia el aire. A partir
de ahí no recuerdo más, sólo haberme despertado en este lugar sucio, oscuro y feo.
Tengo la sensación de que ha sido ese hombre el que me ha traído aquí sin ningún sustento para dejarme morir de la manera
más cruel que se le ha pasado por la cabeza en su momento de ira, o a lo mejor se le ocurre otra peor, me saca de aquí y
me tortura, ¿quién sabe?
Mi destino va a ser morir. Digo adiós a todos mis sueños, a mis hermanos, a mis padres, a mis amigos, a mi cuerpo. Siento
que me elevo hacia el aire, pero sólo es la sensación de que mi alma deja mi cuerpo para descansar en paz, pero a pesar
de todo muero tranquilo por que he logrado hacer el bien sin importarme el precio que he tenido que pagar.








Amor en la eternidad



Frente a tu olor no sé qué pensar,
frente a tu mirar
me pierdo en un inmenso mar.
Quiero descansar,
reír, llorar,
volar, soñar...
Sentir cosas que no pueda olvidar,
besos y caricias que me hagan flotar
junto a tus sonrisas que me dejan sin respirar.

Amar es cosa de dos,
algo sobre la unión,
respeto y compasión.

Cada día pienso en ti,
en cómo será mi vida si tú no estás aquí
y si algún día seré feliz.

¿Sabrías decirme, amor
cómo apartar de mí el dolor
para poder ser feliz los dos?











Condenada























Sin saber por qué
te colaste en mis sueños,
te hiciste dueño
de mis pensamientos
alejando de mí
todo recuerdo,
ya fuera malo o bueno.

Te volviste autoritario,
nervioso y malhumorado,
me gritabas a diario
y parecías cansado.

No tuve culpa de tus enfados,
insultos,
golpes o arañazos,
solamente pretendía
estar a tu lado.

Demasiado tarde fue cuando reaccioné,
pues mi amor se fue con él
y lo que no es amor, también.

Condenada me tuvo
y aún hoy me retiene,
echando por un tubo
mi situación impotente.

¡Qué dolor tan grande siento
aún estando muerta,
que ni siento ni padezco
esta vida maltrecha!

Sueño recurrente

-¿Por qué estás aquí, Dayane?- me preguntó el psicológo como si fuera amiga suya desde la infancia.
-Por que tengo un sueño que me atormenta por las noches, no me deja descansar y siento terror, pánico, ganas de llorar...
-Recuéstate en la butaca, cierra los ojos y cuéntame lo que pasa en tu sueño como si estuvieras soñando, como si estuvieras
en él- dijo con soltura.
Entonces, olvidando que no le conocía de nada y no le importaba mi vida, por que a fin de cuentas le pagarán igual, empecé
a contar lo que yo llamo "sueño recurrente".
-Verá, sueño que tengo cuatro años y estoy en mi antigua casa, una de esas casas terreras antiguas que parecen cachibaches
en vez de casas. Me deposito en el salón y llegan mis padres. Están separados. Con mi padre nunca tuve confianza, cariño ni
trato, pues ni él me quería ni yo le apreciaba, pues prefería a mi hermana que ha sido siempre su niña mimada. Vamos, se
puede decir que rechazo absoluto por su parte hacia mí, y cuando me di cuenta dolió, pero no tardé en reaccionar y no tomarle
importancia, pues para mí sólo hay un ídolo, que es mi madre, que me ha sacado siempre adelante.
-Tienes una gran admiración a tu madre- dijo sonriendo-, eso es bueno. Sigue contándome el sueño.
-Mis padres están uno en frente del otro y yo en medio, mirándoles cara a cara. De repente se empiezan a insultar y como es
de esperar, es mi padre el que empieza por su borrachera y las mentiras de la gente.
-¿Cómo que las mentiras de la gente?
-Sí, verá, antes mi madre salía por las noches con mi tío a bailar y mi padre llegaba borracho y preguntaba por mi madre,
entonces, mi hermana la mimada, le decía mentiras diciéndole a mi padre que mamá se había ido con otro y le estaba poniendo
los cuernos cuando era totalmente al revés, era él el que se iba de fiesta con sus amigas, las rameras.
-¿Lo que me estás contando, pasó en la realidad Dayane?
-Sí, esa parte del sueño es realidad. Mi padre borracho, mi hermana mimada, mi madre destrozada...
-¿Quieres decir que esa parte del sueño es pura realidad?- dijo apuntando con su puño y letra en un cuadernito pequeño.
-Creo que no me entiende, le he dicho que sí- dije desepserada por su falta de entendimiento.
-De acuerdo, sigue, por favor- dijo sin apartar la vista del cuaderno.
-Bueno, pues cuando empiezan a insultarse lo hacen en un tono normal, pero luego las palabras se reelentizan, o sea,
a cámara lenta y luego se insultan muy rápido, como una canción que se acelera. Yo no sé qué hacer y me pongo a llorar,
pero ellos siguen discutiendo a pesar de que yo estoy llorando y sigo delante de ellos. Me levanto de un sobresalto y me
encuentro sudando y llorando.
-Entiendo perfectamente. ¿Puedo hacerte una pregunta, Dayane?
-Claro que sí.
-¿Tu padre maltrataba a tu madre?
-Sí y mucho- dije temerosa.
-¿Alguna vez has visto pegarle?
-Sólo lo vi una vez y me sirvió para darme cuenta de que le odiaba.
-Tiene toda su lógica, lo comprendo, ¿pero hasta tal punto para odiarle?
-¡Por supuesto!- exclamé indignada- Encima de que no me quería, para él solo existía mi hermana, nunca me hizo caso, encima,
le levanta la mano a mi madre, ¡venga hombre!
-Está bien, vamos a relajarnos. Respira profundamente y suelta el aire por la boca.
Hice caso a regañadientes.
-¿Mejor?- preguntó.
-Sí, creo que sí.
-Cuéntame,¿cómo viste a tu padre levantarle la mano a tu madre?
-Un día como otro cualquiera, teniedo yo cuatro años y estaba con mi hermana y unos amigos de ella. Nos encontrábamos en casa
tan tranquilos cuando de repente mi hermana me saca a la calle con sus amigos y nos quedamos allí tirados. De repente, de mi
casa se oyen los gritos de mi madre y los insultos de mi padre. Mi hermana entra corriendo y a mí me deja fuera con sus
amigos, para que no viera nada. En un descuido de mis "geniales" cuidadores, entré en casa corriendo y me dirigí hacia el
estallido que se acababa de producir- de repente empecé a llorar descontroladamente.
-Con calma, ¿qué vistes?- dijo con una voz dulce y tranquilizadora.
-Vi a mi padre cogiendo por el cuello a mi madre y estampándola contra la pared. Es una imagen que nunca se borrará de mi
mente- dije entre sollozos.
De repente, lo que nunca pensé que haría un desconocido, lo hizo aquel tipo. Se levantó de su silla, dejó su cuaderno y
abrazándome fuerte y dulcemente, me dijo:
-Tranquila, ya no pasarás más por ahí. Me gustaría conocer a tu madre, ¿sigue viva?
-Sí- dije algo más calmada.