-¿Por qué estás aquí, Dayane?- me preguntó el psicológo como si fuera amiga suya desde la infancia.
-Por que tengo un sueño que me atormenta por las noches, no me deja descansar y siento terror, pánico, ganas de llorar...
-Recuéstate en la butaca, cierra los ojos y cuéntame lo que pasa en tu sueño como si estuvieras soñando, como si estuvieras
en él- dijo con soltura.
Entonces, olvidando que no le conocía de nada y no le importaba mi vida, por que a fin de cuentas le pagarán igual, empecé
a contar lo que yo llamo "sueño recurrente".
-Verá, sueño que tengo cuatro años y estoy en mi antigua casa, una de esas casas terreras antiguas que parecen cachibaches
en vez de casas. Me deposito en el salón y llegan mis padres. Están separados. Con mi padre nunca tuve confianza, cariño ni
trato, pues ni él me quería ni yo le apreciaba, pues prefería a mi hermana que ha sido siempre su niña mimada. Vamos, se
puede decir que rechazo absoluto por su parte hacia mí, y cuando me di cuenta dolió, pero no tardé en reaccionar y no tomarle
importancia, pues para mí sólo hay un ídolo, que es mi madre, que me ha sacado siempre adelante.
-Tienes una gran admiración a tu madre- dijo sonriendo-, eso es bueno. Sigue contándome el sueño.
-Mis padres están uno en frente del otro y yo en medio, mirándoles cara a cara. De repente se empiezan a insultar y como es
de esperar, es mi padre el que empieza por su borrachera y las mentiras de la gente.
-¿Cómo que las mentiras de la gente?
-Sí, verá, antes mi madre salía por las noches con mi tío a bailar y mi padre llegaba borracho y preguntaba por mi madre,
entonces, mi hermana la mimada, le decía mentiras diciéndole a mi padre que mamá se había ido con otro y le estaba poniendo
los cuernos cuando era totalmente al revés, era él el que se iba de fiesta con sus amigas, las rameras.
-¿Lo que me estás contando, pasó en la realidad Dayane?
-Sí, esa parte del sueño es realidad. Mi padre borracho, mi hermana mimada, mi madre destrozada...
-¿Quieres decir que esa parte del sueño es pura realidad?- dijo apuntando con su puño y letra en un cuadernito pequeño.
-Creo que no me entiende, le he dicho que sí- dije desepserada por su falta de entendimiento.
-De acuerdo, sigue, por favor- dijo sin apartar la vista del cuaderno.
-Bueno, pues cuando empiezan a insultarse lo hacen en un tono normal, pero luego las palabras se reelentizan, o sea,
a cámara lenta y luego se insultan muy rápido, como una canción que se acelera. Yo no sé qué hacer y me pongo a llorar,
pero ellos siguen discutiendo a pesar de que yo estoy llorando y sigo delante de ellos. Me levanto de un sobresalto y me
encuentro sudando y llorando.
-Entiendo perfectamente. ¿Puedo hacerte una pregunta, Dayane?
-Claro que sí.
-¿Tu padre maltrataba a tu madre?
-Sí y mucho- dije temerosa.
-¿Alguna vez has visto pegarle?
-Sólo lo vi una vez y me sirvió para darme cuenta de que le odiaba.
-Tiene toda su lógica, lo comprendo, ¿pero hasta tal punto para odiarle?
-¡Por supuesto!- exclamé indignada- Encima de que no me quería, para él solo existía mi hermana, nunca me hizo caso, encima,
le levanta la mano a mi madre, ¡venga hombre!
-Está bien, vamos a relajarnos. Respira profundamente y suelta el aire por la boca.
Hice caso a regañadientes.
-¿Mejor?- preguntó.
-Sí, creo que sí.
-Cuéntame,¿cómo viste a tu padre levantarle la mano a tu madre?
-Un día como otro cualquiera, teniedo yo cuatro años y estaba con mi hermana y unos amigos de ella. Nos encontrábamos en casa
tan tranquilos cuando de repente mi hermana me saca a la calle con sus amigos y nos quedamos allí tirados. De repente, de mi
casa se oyen los gritos de mi madre y los insultos de mi padre. Mi hermana entra corriendo y a mí me deja fuera con sus
amigos, para que no viera nada. En un descuido de mis "geniales" cuidadores, entré en casa corriendo y me dirigí hacia el
estallido que se acababa de producir- de repente empecé a llorar descontroladamente.
-Con calma, ¿qué vistes?- dijo con una voz dulce y tranquilizadora.
-Vi a mi padre cogiendo por el cuello a mi madre y estampándola contra la pared. Es una imagen que nunca se borrará de mi
mente- dije entre sollozos.
De repente, lo que nunca pensé que haría un desconocido, lo hizo aquel tipo. Se levantó de su silla, dejó su cuaderno y
abrazándome fuerte y dulcemente, me dijo:
-Tranquila, ya no pasarás más por ahí. Me gustaría conocer a tu madre, ¿sigue viva?
-Sí- dije algo más calmada.