viernes, 7 de junio de 2013

Matando por chocolate.

¿Sabéis el dicho de que por amor se hace de todo? Pues yo lo confirmo. Yo he llegado hasta
límites impensables por amor y que hoy me pesan como la piedra más grande. Me cegué y me arruiné.
  Conocí a un hombre. Un hombre de color, como se les dice. Me llamó la atención su gran
complexión: alto, apuesto, fornido pero no muy musculoso, un rostro firme y seguro, una sonrisa
pícara, una mirada impenetrable y unas manos fuertes.
 Si ese mismo día me hubieran dicho que me enamoraría de un hombre a primera vista, me hubiera reído sin dudarlo, pero mira qué casualidad, así pasó. Le vi en la cafetería donde trabajo. Entró,
se sentó y pidió un esspreso doble, los que a mí me gustan y se dio cuenta de que le miraba como una
tonta, como si fuera una niña admirando a su ídolo. Ese día no paré de pensar en mi hombre de
chocolate y me arrepentí de no haberle pedido, al menos, su número de teléfono; me había calado hondo y no volvería a verle, o eso creía yo, pero volvió al día siguiente y pidió lo mismo. Al recoger la cuenta de su esspreso me percaté de que había un papel que no era el recibo y lo abrí, ponía: "Te espero esta noche en el restaurante de aquí al lado a las ocho, sé puntual. Marco". Me quedé helada, ¡había conseguido una cita con él y sin abrir la boca! Salí corriendo de trabajar cuando acabó mi turno y me puse
lo más elegante que pude, aunque me llevó horas.
  La cena fue espléndida: la comida, deliciosa, él, rebosante de belleza. Nos conocimos y supe
que era el hombre de mi vida, era igual que yo. Teníamos los mismos gustos y aficiones, así que volvimos
a quedar. Al cabo de una semana ya éramos pareja oficial y los dos estábamos muy a gusto. Pero como
se suele decir: "lo bueno dura poco y lo mejor menos", así que empezaron los problemas.
  Un día al salir de trabajar habíamos quedado en el parque de la fuente y acercándome hacia él vi como una mujer rubia, alta, delgada, guapísima y radiante se acercaba a él y le pretendía, se hacía la
coqueta y quería llevárselo. Me quedé estupefacta, no me moví del sitio y experimenté un sentimiento que
antes jamás había conocido: celos. Estaba que echaba humo por que esa mujer, esa mujer perfecta podía llevarse a mi hombre con sólo un movimiento de su dedo. ¿Por qué iba él a escogerme a mí ante tanta
belleza? Pensando yo esto, él se giró y me vió y rápidamente la rubia se fue por donde vino.
  Esa tarde estuve muy seria y confusa y él hacía todo lo posible por animarme y me propuso quedarme en su casa, así que mientras él se duchaba preparé la cena y me percaté de que encima de la mesa habia un papel perfectamente doblado. Como la curiosidad mató al gato lo abrí y qué cara la mía al encontrar
un nombre de mujer y un teléfono. Enseguida me vino a la mente la rubia perfecta y decidí llamar. Al
segundo tono contestó y supe que era ella. Tenía que hacer algo. Él no me había comentado que le dio su número y ella iba a saco por él, estaba claro. Así que me hice pasar por su secretaria y la cité para el día
siguiente por la noche, en un restaurante algo apartado.
  Con él hice como si nada hubiera pasado y esperé impaciente el día siguiente. No tenía ni idea de
lo que iba a hacer pero algo se me ocurriría. En parte me arrepentía por no confiar en él, pero me era imposible, ¿por qué no me lo había contado? ¿Por qué me dice que me quiere y aún conserva ese jodido número? ¿Se le habrá olvidado y pretendía tirarlo más tarde? No lo sé. Sólo sé que mis celos son más fuertes que yo y me impulsaron a hacer algo espantoso.
  Llegué al restaurante media hora adelantada, por si acaso, y a los diez minutos la vi llegar; es puntual. Cuando entró y vi que la llevaban a la mesa reservada con su nombre entré y me senté frente a ella.
 Así transcurrió la conversación:
  -Perdona, pero ese asiento está ocupado. Estoy esperando a alguien.
  -Lo sé, yo soy tu acompañante.
  -No, te has confundido, estoy esperando a un hombre.
  -Sí, a mi hombre, pero él no va a venir.
  -Pero su secretaria me dijo...
  -No hay ninguna secretaria, fui yo la que te citó y ese hombre al que esperas es mío. Vi cómo
te lo metías en el bolsillo en el parque y no pienso permitir que una Barbie como tú me lo quite, ¿entendido?
  -Oye, creo que te estás equivocando. Él me dijo que no tenía novia, si no no hubiera seguido hablando con él y no le hubiera dado mi número.
  -Ya, claro, él te lo negó.
  Lo siguiente que pasó no lo recuerdo bien. Sólo recuerdo despertarme en la espesura del bosque que hay detrás del restaurante. Me despertó un fuerte olor, un olor a podrido y alguien comiendo desesperadamente, como un animal hambriento. Me dirigí unos metros más allá y detrás de un arbusto un lobo se comía el cuerpo ensangrentado y lleno de puñaladas de la rubia perfecta. Me llevé las manos a la cara para ahogar mi grito pero salió al ver que mis manos estaban manchadas de su sangre. Corrí hasta donde me había despertado y encontré un cuchillo de cocina igual de ensangrentado, guantes, una mochilla, paños, agua y ropa limpia. La había matado, mis celos me la habían jugado y había matado a una persona. Me lavé y me cambié rápidamente y volví a mi casa. En varios días no aparecí por el trabajo y a él no le respondí al teléfono ni a las desesperadas llamadas en la puerta.
  No sabía qué hacer. ¿Se lo contaba? ¿Me lo callaba? ¿Y si encontraban el cuerpo? ¿Y si encontraban mis huellas? ¿Y si he dejado pistas? Todo era una nube gris, grande y fea. Hasta que tomé la decisión más importante que jamás me halla planteado. Le llamé, le dije que quería verle, que teníamos que hablar. Luego, llamé al  trabajo y lo dejé, preparé las maletas, saqué mis ahorros del banco y compré un billete al otro lado del mundo, en la ciudad más alejada que pude encontrar.
  Al llegar al parque de la fuente le vi sentado en el que antaño fue nuestro banco, en el que nos dimos
la mano, nos besamos por primera vez. Ese banco tiene recuerdos muy hermosos, secretos que nadie sabe y promesas de amor eternas. Me acerqué y le conté lo que había hecho, le dije que había econtrado la nota, que me había puesto como una furia y que la había citado, matándola finalmente. Él no dijo nada, sólo calló. Y al cabo de un rato, dijo algo que me partió en dos, algo en lo que nunca había reparado:
  -¿No te dabas cuenta de que te quería a ti? Es cierto que era bella, lo tenía todo pero tú eres todo lo que
yo deseo y te demostré que te amaba a ti quedándome contigo. Es cierto que conservé su número, pero por que se me olvidó deshacerme de él. Todo este tiempo contigo ha sido el mejor de mi vida y me dan igual cuantas  mujeres hermosas prometan cielo y tierra por mí, te amo y eso no lo cambia nada ni nadie. Sin embargo, en el  amor hay ciertos límites que no hay que traspasar y tú has hecho algo imperdonable, has matado a alguien. Con todo el dolor de mi corazón, esto ha acabado.
  Sabía que nuestra bella historia de amor acabó el día que la maté pero ahora que esas palabras salen de
su boca, duele mucho más.
  Esa noche cogí mi equipaje y me marché lejos de la única persona a la que he amado toda mi vida.




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