Me llamo Enrique. Os preguntaréis quién soy y os lo explicaré, por que para eso estoy aquí hoy.
Desde pequeño mis padres me abandonaron, fui enviado a un reformatorio en el que me adoptaron unas personas malas. Me maltrataban, me hacían trabajar, hacer las tareas de casa, comía solamente las sobras... en fin, que me trataban peor que a un perro. Este trato lo aguanté durante muchos años debido a que era menor de edad. Una vez intenté escapar, pero de nada sirvió por que los muy desgraciados llamaron a la policía y desde ese día, me tenían controlado en cada movimiento que hacía. No tenía a nadie, estaba solo en el mundo.
Muchas veces busqué a mis verdaderos padres pero todos los intentos posibles fueron fallidos.
Cuando cumplí dieciocho años, me fui de esa inmunde casa y naufragué con las pateras que en aquellos tiempos acogían tanto a blancos como a negros. Al cabo de permanecer una semana en la mar, divisamos tierra. Habíamos llegado a Alemania. Me busqué la vida como supe, puesto que encontrar trabajo nada de nada, pues no tenía estudios. Llegué sin dinero, sin propiedades, en malas condiciones, no tenía ningún familiar o amigo que me acogiese y por supuesto, no sabía nada de aquel lugar.
Estuve tres días recorriendo las calles alemanas, hasta que el hambre, el cansancio, la sed y la arrogancia de la gente me tiró al suelo rendido. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente pero desperté en un hospital. Al parecer me habían encontrado y me tomaron por drogadicto o alcohólico.
Después de dar explicaciones, de decirles a los médicos quién era y de dónde venía, me ayudaron. Al estar completamente repuesto de mi desnutrición, me dirigí hacia el Ayuntamiento para pedir ayuda. Allí, me dieron toda la necesaria para sobrevivir mientras encontraba algún trabajo.
Me presenté en un muelle exponiendo mis servicios como limpiador de barcos. Me habían dicho que allí no hacían falta estudios, si no fuerza y saber usar las manos. Trabajaba doce horas diarias, de lunes a sábado, quedando para mí el domingo.
Con respecto a mi hogar, hasta que no cobré la ayuda del Ayuntamiento dormí en los barcos.
Al recibir la ayuda, me dirigí a un hostal donde habían cuartos compartidos y alquilé uno.
Con este trabajo y en ese hostal pasé al menos diez años, hasta que tuve el suficiente dinero reunido como para pagarme un cursillo para poder estudiar y pagarme el sustento hasta que terminara el curso.
Terminé al cabo de dos años y me puse a trabajar de columnista en un periódico. Yo siempre había soñado con ser actor, salir en la tele, tener fans, disfrutar de la vida y un día, retirarme dignamente y ser feliz con mi mujer e hijos. Pero la vida no lo quiso así, me tocó ser infeliz, o al menos intentar salir adelante con lo poco que el mundo daba.
Estuve con esa compañía siendo columnista cinco años y me fueron geniales. Gané el suficiente dinero como para renovar mi vestuario, tener comida de sobra para todo el mes y comprarme un piso decente, con sus muebles, agua y luz. Por supuesto tenía dinero reunido, pues nunca se sabe lo que puede pasar.
Dejé de trabajar en ese periódico como ya he dicho, para dedicarme a escribir por mi cuenta. Ya que no podía ser actor, al menos, ya que me gustaba, quería ser escritor y así poder contar mi vida.
El primer libro que saqué a la venta fue exitoso y enseguida me hice famoso en casi todo el mundo. Me sentía pletórico de alegría. Al cabo de unos años publiqué tres sagas, contando mi enorme y pobre vida.
Con estos libros me llevé el Nobel de Literatura y me sentí orgulloso. Seguro que si mis padres me vieran, se sentirían igual que yo.
Una noche, salí con un par de amigos a cenar por ahí y conocí a la mujer más hermosa que jamás haya visto una criatura. Se llamaba Nelly, tenía el pelo castaño largo y rizado, era de mi estatura y de todos sus poros emanaba belleza.
Nos conocimos más profundamente y decidimos salir juntos, hasta que llegó el día de casarnos. Junto a ella pasé los mejores momentos de mi vida y no la cambiaría ni por todo el oro que hoy poseo, que son mis libros.
Al estar seis años de casados, tuvimos a nuestro primer hijo, llamado Kyle, que fue una alegría en la casa, en mis historias y en mi matrimonio. Cuando Kyle tenía dos años, nació Stephanie, la segunda belleza.
Mi vida estaba completa: tenía la mejor esposa del mundo y los hijos más inteligentes. No podía pedir más.
Hoy, tengo setenta años, estoy retirado y aún así, sigo firmando autógrafos y parándome en la calle para hablar con la gente que me recuerda y ha leído mis libros. Dos veces por semana doy consejos a mis fans que me escriben por medio de una página de Internet. Kyle se ha casado y tiene una niña preciosa llamada Nínive, Stephanie también se ha casado y ha tenido gemelos: Nahúm y Kenai. ¿Qué os puedo decir de Nelly? Sigue igual de hermosa, no ha perdido ni un toque de belleza, los años no pasan por ella.
Ya tengo mi vida hecha y he sido quien he querido ser a pesar de la adversidades, ya lo habéis visto. No dejéis de luchar por vuestros sueños, podéis conseguirlo, luchad, no os canséis nunca. Siempre tendréis un apoyo.
Todos nosotros tenemos un tesoro en nuestro interior que tenemos que descubrir, cuando lo descubráis, haced todo lo posible por que reluzca.
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