Desde pequeño he estado en un
hospital, parte de mi vida se quedó encerrada allí.
Antes de seguir contando mi historia quiero presentarme, me llamo
Juan Miguel y tengo dieciséis años.
Cuando nací tuve una enfermedad
llamada “hidrocefalia”, no fue hederitaria, fue una complicación
en el parto, choque en alguna parte de la vagina de mi madre. Cuando
salí de su vientre, cuando me dio a luz, mi cabeza
había aumentado de tamaño exageradamente, pues el
líquido se quedo dentro de mí y fue directo a mi
cabeza, haciéndome desde ese momento, diferente a los demás
y condenando mi vida.
Mi madre decidió salvarme y hoy día se lo agradezco, por que hoy estoy vivo gracias a
ella.
Al nacer me metieron en una incuvadora
hasta que el médico me llevó a una sala grande y
blanca, me dormí a los pocos minutos. Cuando
desperté mi cabeza seguía igual y mi madre lloraba y
sonreía a la vez junto a mí.
Me hice grande, un niño grande
y me contaron mi historia. Me contaron que cuando me metieron en esa
habitación me pusieron una inyección para sacar el
líquido que hacía a mi cabeza gigante. Una vez fuera
ese líquido me rajaron por las dos partes de la barriga,
derecha e izquierda y me metiron un cable, ese cable llegaba hasta la
cabeza. Por supuesto, también me rajaron por la cabeza para
poder poner la bálbula que controla el líquido que
tiene mi cabeza. Ésa fue una de las operaciones que tuve.
Tuve suerte y mi cabeza fue haciéndose
normal. Hasta que llegó el momento en que tuvieron que
cambiarme la bálbula. En el quirófano hubo una
complicación, pues mi otro caquetete, que así es como
llamaban al cable que tenía en mi interior, estaba atascado,
no podían sacarlo. No hubo otro remedio y me metieron otro a
la fuerza, como pudieron. Con lo cual, hoy cuento con dos caquetetes
en mi interior. Uno regula la bálbula y otro está
atascado por mi cuerpo, Dios sabe dónde.
También me contaron que
tuvieron que operarme el ojo izquierdo por que el líquido de mi cabeza había paralizado el nervio del ojo. De esa operación
también salí sano y salvo, pues conservé mi ojo
en perfecto estado.
Ahora mismo estaréis pensando
que vaya vida más chunga que tengo, ¿no? Pues para
seros sincero, sí, las he pasado fatal, pero pese a todo estoy
aquí de pie. Mi cuerpo ha aguantado catorce operaciones: una
de ojo y trece de cabeza. Mi cabeza es normal, ni grande ni pequeña. Sigo con la bálbula por supuesto, pues sin ella no sé
qué haría, incluso, si me tocas la parte derecha de la
cabeza la notarás, pero por y gracias a ella hoy sigo aquí.
Esta enfermedad me ha limitado, pues
tengo que tener cuidado con los golpes que me doy en la cabeza e
incluso a los deportes que juego. Al mínimo dolor de cabeza ya
estoy en el hospital, es más ya lo considero como un hogar, no
me asusta estar en una de esas camillas.
Muchas veces he sido objeto de burla,
si estáis pensando eso. Sí, ha dolido, he llorado, me
he derrumbado pero...¿sabéis qué? ESTOY VIVO. Me
da exactamente igual lo que digan los demás, he pasado por
demasiadas cosas como para preocuparme por un jilipollas que se venga
a meter con mis discapacidades, aunque yo no las considero así.
Tengo a mi familia, a mis amigos y a mi novia que a
pesar de saber lo que tengo me tratan como a un igual, y con ellos me
siento así: SOMOS IGUALES.
Mi historia no es para llorar por
mucho que haya pasado, mi historia es para que sepáis y para
apoyar a los que están igual e incluso peor. Hay que salir
adelante y luchar por vivir.
Tengo dieciséis años y
no sé cuántas operaciones me quedan todavía por
aguantar, pero sé que podré con ellas, por que cuando
me derrumbe pensaré: “Tengo familia, amigos y novia
que me apoyan, mi vida merece la pena y VOY A VIVIR”.
La vida es lo más bello que nos
puede pasar, no la dejéis escapar. Por supuesto, yo no la
dejaré escapar tan fácilmente pase lo que pase o venga
lo que me venga.
Historia real.