viernes, 25 de noviembre de 2016

Cartas a un soldado (cuarta parte):

¡Oh, amada mía! ¿Dónde me encuentro? ¿Qué he echo mal para merecerme este sufrimiento? Lo único que recuerdo es estar descansando y ser sobresaltado por mis hombres, diciendo que estábamos siendo asaltados...¡nuestros enemigos nos cogieron despistados! Salí veloz como un rayo pero qué sorpresa la mía al ver que fuera la guerra se había desatado. Luché con todo mi corazón y con todas mis fuerzas pero ¿de qué sirvieron? Pues aquí, solo, dolorido y nauseabundo me encuentro sin ser capaz de llegar a un raciocinio lógico. Quiero abrir los ojos pero tengo miedo...esa palabra jamás la he experimentado pero hoy...hoy he fracasado. Ellos confiaban en mí para hacerles héroes, el pueblo rezaba por nosotros lanzando plegarias a Dios de victoria y tú...tú amada mía que ni siquiera sé tu nombre debes estar decepcionada. Tus cartas cada día me hacían más fuerte y eran el único motivo por el que deseaba terminar esta guerra, para poder buscarte y amarte todos los días de mi vida. No me importa la riqueza o la pobreza de tu ser si no la de tu alma. Nunca me había percatado de tu presencia en el pueblo pero ahora no pienso en otra cosa que no sea en vuestra merced. Quizás ya habrán llegado al pueblo las buenas nuevas de nuestra derrota pero tranquila, sea como sea vengaré a mi pueblo, a mis hombres y por supuesto...tus lágrimas.
Siento un dolor indescriptible en el costado y lentamente siento cómo mi cerebro vuelve, poniendo en movimiento a todo mi cuerpo. Abro lentamente los ojos y puedo ver el horror allá donde se deposita mi mirada. Las tiendas de campañas están arrasadas y muchas aún arden, algunos enemigos se hallan sangrientos en el suelo y en una vida mejor que la que existe, el aire está impregnado de un olor a fuego, sangre e ira. Poco a poco me incorporo sobre mis rodillas y puedo ver que mis hombres yacen un poco más allá, totalmente inertes pero orgullosos de haber luchado por lo que más querían. No puedo aguantar la gran ansiedad que me viene desde lo más profundo de mi ser y cogiendo fuertemente aire grito...grito hasta quedarme sin aliento y luego me dejó caer y lloro, sacando todo lo malo y limpiando mi alma para reponer fuerzas.
Lentamente me incorporo y analizo la espada que atraviesa mi costado. Agarrándola fuertemente con las dos manos jalo de ella con un movimiento eficaz. Sangra mucho y escuece pero no es comparable a la tristeza que me embarga. Me ato alrededor del costado la ligera camisa que llevo debajo de la armadura y empiezo a inspeccionar la zona en busca de provisiones, armas y medios de transporte.
¿Qué será de mí, amada mía, si nunca más me llegarán tus cartas? ¿Qué será de este ser que lamenta por el camino de la vida totalmente perdido y arruinado? ¿Qué será de mí si no soy capaz de avanzar y antes de encontrarte caigo por el camino? Yo sé la respuesta a esa pregunta pero no es fácil de asumir...Haré todo lo posible por encontrarte ya que la mayor derrota no es perder la guerra si no perder tu corazón...